El capitalismo no se puede cambiar, se tiene que destruir”
La diputada
islandesa pretende convertir su país en un refugio seguro para informadores
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Birgitta Jónsdóttir, en un banco
cercano al Parlamento. / HALLDOR KOLBEINS (AFP)
Birgitta Jónsdóttir (Reikiavik, 1967) es una luchadora optimista. Una
mujer convencida de que el siglo XXI será el de la gente corriente. El siglo en
el que la ciudadanía despertará para cambiar las reglas del juego. Desde hace
años centra su lucha en garantizar el acceso de los ciudadanos a la
información, a los hechos, para que puedan tomar decisiones. Diputada
islandesa, excolaboradora de Wikileaks y poetisa, ha hecho de la libertad de
información y expresión su bandera, y preside el International Modern Media
Institute, una iniciativa que pretende convertir Islandia en un refugio seguro
para informadores y filtradores.
“Tenemos que colaborar para ir contra la corriente”, dice en
conversación telefónica desde la capital islandesa. “Hay mucha gente que no
quiere ser parte de este monstruo que hemos creado en el nombre del
capitalismo”.
Jónsdóttir habla con un tono de voz muy tranquilo y se ríe a menudo de
sus propias ocurrencias. Sus respuestas denotan que, en cierto modo, pertenece
a la escuela de los que piensan que el método es el camino. “Yo no tengo todas
las soluciones, gracias a Dios, pero creo que si recabamos las ideas que se
están poniendo a funcionar en muchos sitios del mundo, podemos crear muchos
modelos distintos para sociedades distintas”.
Fue a finales de 2009 cuando esta mujer de 46 años decidió lanzarse al
ruedo político. La indignación de los ciudadanos islandeses estaba en lo más
alto tras el colapso financiero. No dudó en involucrarse en la creación de El Movimiento, un partido nacido al calor de las
protestas ciudadanas. En apenas ocho semanas consiguieron un 7% de los votos.
“Las crisis son
geniales, lo mejor que puede ocurrir: son la única fuerza que mueve a la gente
a unirse y pedir cambios”
Pero fue un partido para un momento concreto, integrado por gentes de
muy distintas procedencias.
A finales de 2012 puso en marcha el Partido Pirata islandés, con el que
consiguió tres escaños en las elecciones de abril. Libertad de información y de
expresión, democracia directa, privacidad y reformas de las leyes de patentes y
derechos de autor son algunas de las batallas de su nueva formación.
Pregunta. ¿Qué es lo que los
líderes del mundo aún no han entendido?
Respuesta. No han entendido que
estamos en el siglo XXI y que nuestro modo de comunicarnos y de compartir
información lo ha transformado todo radicalmente. No entienden que se está
produciendo una revolución de la información que va muy rápido. Pero sí que han
entendido cómo abusar de esas nuevas formas de comunicación que utilizamos,
invadiendo nuestra privacidad, socavando los cimientos de nuestras democracias.
Vivimos en un mundo en que el periodista ya no puede proteger a sus fuentes,
donde los médicos no pueden garantizar la privacidad de sus pacientes… Los
líderes mundiales no entienden el daño que están causando. Tampoco comprenden
el significado de las palabras sostenibilidad o transparencia.
Jónsdóttir está experimentando con fórmulas de democracia directa desde
las filas del Partido Pirata. Los ciudadanos ya pueden enviar a su formación
propuestas para que sean trasladadas al Parlamento a través del programa Better
Iceland. Las cinco más votadas serán presentadas. El programa está en pañales,
pero en octubre comenzará a funcionar. “Lo que queremos conseguir es esa idea
de la democracia líquida. Todos estamos viendo, en todo el mundo, que nuestros
sistemas no funcionan porque fueron creados hace mucho tiempo, en sociedades
muy distintas a la nuestra”. Dice que la democracia representativa está
agotada, que los representantes del ciudadano no tienen que ser políticos
profesionales. “¿Cómo hacemos para conseguir que la gente en general pueda
participar en la cocreación de las sociedades en que vivimos? Tenemos que ir
hacia estructuras más pequeñas y al mismo tiempo necesitamos poder transferir
nuestro voto a personas en las que confiemos”.
P. Además de mejorar los
mecanismos de democracia directa, ¿qué más habría que hacer?
R. Lo fundamental es
empezar, ya mismo, a pensar qué futuro queremos tener como humanidad. Todo el
mundo entiende qué es lo que va mal, pero muy poca gente tiene soluciones.
Tenemos que reunir a todos los visionarios, a la gente que está buscando
salidas. Yo no quiero que el futuro sea crear una colonia en Marte, y sé que
todavía tenemos tiempo para darle la vuelta a todo. Nuestras sociedades están
completamente rotas.
P. Pero, ¿qué medidas
concretas habría que adoptar? ¿Qué habría que hacer hoy, por ejemplo, con
respecto a la economía?
R. Tenemos que rehacer
el sistema. Yo lo que estoy haciendo, y por eso intenté entrar en el Parlamento
por un corto periodo de tiempo, es tratar de comprender cómo funcionan las
cosas para evitar cometer los mismos errores que los demás y poder así
encontrar maneras de desmantelarlas. Lo que considero más urgente es encontrar
el modo de salir de este increíble y loco consumismo y hallar vías sostenibles
para nuestras comunidades. En temas económicos, me pregunto: ¿por qué no hay
más sitios que funcionan como Mondragón —empresa basada en la cultura
cooperativista en la que el capital es un instrumento subordinado al trabajo—?
Necesitamos visionarios, contadores de historias, académicos, ciberpunkis, hackers… Y tenemos que involucrar a los más jóvenes.
P. ¿Qué lecciones se
pueden extraer de toda la crisis que se ha vivido en su país?
R. Aquí empezamos muy
bien, tras la crisis pusimos ideas en común para ver qué podíamos hacer para
evitar que se produjera otra. Ustedes tuvieron una muy buena experiencia en
España, cuando tuvieron su movimiento de mayo y consiguieron que gente de
grupos muy distintos trabajaran juntos. Pero el error que cometieron fue el de
no plantar nuevas semillas en el Parlamento y en los lugares donde se toman las
decisiones; porque no se pueden cambiar las cosas solo desde fuera; es
necesaria la presión desde dentro. Hay que tener a activistas normales en los
centros de poder que estén dispuestos a entrar durante un corto periodo de
tiempo para usarlos como una plataforma en la que recabar información y crear
un puente con la gente, por ejemplo. Pero en Islandia no fuimos lo
suficientemente rápidos, de modo que la Constitución que queríamos reescribir
parece que no será reescrita. El Gobierno que tomó el poder fue muy lento y quiso
hacer demasiadas cosas a la vez, en vez de centrarse en cómo cambiar la
infraestructura, que es una prioridad.
P. Y con el nuevo
Gobierno de David Gunnlaugsson esto no va a ocurrir.
R. Tenemos un Gobierno
tremendo. La ventana de oportunidad para el cambio, durante una crisis, es
pequeña y se abre y se cierra muy rápido. Aquellos que en el mundo queremos un
cambio tenemos que estar preparados para la siguiente crisis, tener los textos
legales, conocer las infraestructuras y saber utilizar estas crisis, porque
tendremos más. Las crisis son geniales, son lo mejor que puede ocurrir: son la
única fuerza que mueve a la gente a unirse y pedir cambios. Es el único momento
en que la gente no teme el cambio, porque siente que ya hay uno en marcha y lo
abraza. Puede ser un cambio a peor, con el que la gente esté dispuesta a
sacrificar sus derechos; o puede ser a mejor, para reclamar más derechos.
P. ¿Hay que cambiar el
capitalismo, por ejemplo? ¿Es el capitalismo el problema?
“No se pueden transformar las cosas solo desde
fuera. Hacen falta activistas normales en centros de poder”
R. El capitalismo no se
puede cambiar, se tiene que destruir, destrozar. Pero no quiero ningún ismo, no hay un solo sistema que sea la solución. Lo
único que sí que hay que hacer es ser más sostenibles en nuestras comunidades.
Tenemos que ser conscientes del coste que supone lo que consumimos; del
problema de las pensiones: con tanta gente joven desempleada, ¿quién va a pagar
las pensiones en los próximos 20 años? Es obvio que nuestros sistemas no
funcionan, así que tal vez tengamos que volver atrás y ver qué es lo que
funcionaba antes…
P. Cuando dice volver
atrás, ¿a qué se refiere?
R. No soy tan vieja, aunque soy un poco
vieja, pero crecí en una familia en la que mi bisabuela vivía con nosotros,
nunca tuve que ir a la guardería; y no soy una inadaptada social por ello. No
sé qué ha pasado con toda la sabiduría que tenían mis ancestros. La gente ya no
sabe hacer salsas; las compra empaquetadas. Tal vez tengamos que volver atrás y
recuperar conocimientos que se perdieron. Igual no debemos mandar a los mayores
a residencias, porque es horripilante lo que pasa allí, están siendo
privatizadas, no les cuidan bien… Tenemos que volver a los valores de
sociedades más pequeñas, y cuidar los unos de los otros, porque el sistema no
se va a ocupar de nosotros.
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